¿Cómo tener suerte?
¿La buena suerte existe aparte de nuestra propia voluntad? Sí, aunque depende también de nuestra visión del mundo y de nuestras elecciones. ¿Qué pasa cuando la fortuna nos sonríe de manera espectacular?
¿La buena suerte existe?
Aún cuando fuera una manera de interpretar el azar o mirar de manera optimista el mundo, creer en ella es necesario para tener fe en la existencia y para elaborar nuestra buena fortuna.
«Existe por todas partes, y siempre de modo inconsciente, una disposición a que suceda un milagro», escribía Carl Gustav Jung. Y, de hecho, las bellas historias existen, inesperadas, improbables, extraordinarias que parecen haber sido urdidas por el destino.
«Mi abuelo esperaba delante del cine a una mujer joven que jamás apareció”, cuenta Marie France. “Por su parte, mi abuela esperaba a un hombre que no llegaba tampoco”. “Se vieron los dos”. “Sintieron una atracción especial el uno por el otro”.
¿La buena suerte existe o es sólo una interpretación de la realidad cuando ésta sobrepasa el entendimiento, rebosando la emoción? Y sobre todo: ¿por qué necesitamos creer en ella?
Explicar lo inexplicable
«No nos gusta aceptar las coincidencias», reconoce a Dominique Desjeux, profesor de antropología social y cultural en la universidad Paris-Descartes. Soportamos mal una explicación de que todo se debe al azar. Preferimos la necesidad: buscar el destino, la conspiración, el complot, la intención, el mal. ¿Por qué el azar es tan difícil de admitir? Porque esto sería «aceptar que todo no es explicable, aceptar una dosis de cierta incertidumbre, de no control, de angustia «, responde. Para limitar esto, debemos transformar el azar en destino, dar un sentido a lo inexplicado.
Creer en nuestra buena estrella es más tranquilizador que vivir en un mundo donde todo – lo mejor y, sobre todo, lo peor – puede sobrevenir sin razón. «Las creencias no son sólo para sobrevivir sino para comenzar a vivir», escribe Marie Laura Grivet, psicoanalista. Llega un momento en el que hay que abandonar ciertas creencias para inscribirse en una apreciación lúcida de la realidad, prosigue Marie-Laura Grivet. Y sin embargo, delante de insondable misterio de nuestra condición humana, no dejamos de necesitar creer en los milagros para alimentar nuestro deseo de vivir.
Pero, ¿por qué algunos se consideran más afortunados que otros? El psicoanálisis nos habla de la influencia de nuestra historia personal en la idea que tenemos de nosotros mismos y de nuestra existencia. Éstas tienen que ver poco con la realidad de los hechos, y más con la estima de nosotros mismos y el optimismo de cada uno. Podemos no haber sido tocados por la buena suerte y considerarnos afortunados. La psicología cognitiva explica estas diferencias subjetivas por medio de la «teoría de la atribución» desarrollada por Bernard Weiner, psicólogo americano especialista de la motivación.
Según dice, atribuimos nuestros éxitos a causas internas (trabajé mucho) o a causas externas (me ayudaron mucho). Cada uno de nosotros recurre, para justificar lo que se produce, a causalidades múltiples que vuelven los acontecimientos más o menos dominables. Una anécdota cuenta que en el momento preciso en el que un paciente, resistente al trabajo de análisis, tenía un sueño en el cual le habían regalado un escarabajo dorado, fue en ese momento cuando un insecto dio un golpe, en la realidad, con su ventana del gabinete.
Era un escarabajo. Sin aspirar a que fuera un mensaje enviado por el universo, Jung subrayó la fuerza simbólica de esta coincidencia, que provocó una emoción fuerte en su paciente y le permitió transformaciones profundas. Ciertas coincidencias suceden para dar sentido a la psique en la acepción doble de «significado» y » orientación».»Parecen responder a un fin del inconsciente sin que éste hubiera podido provocarlo», añade Michel Cazenave. La buena suerte no es fruto del azar. Resulta de la manera en la que transformamos los momentos en oportunidades.
Distinguir lo que depende de nosotros
En consulta, a Elsa Godart le gusta apoyarse en la aportación de los filósofos estoicos y lo que llaman la «terapia del juicio». «Debemos aprender a distinguir lo que depende de nosotros y lo que tenemos la obligación de hacer. Que una desgracia sobrevenga no podemos impedirla, pero nos incumbe decidir si nuestra existencia se para allí o la convertimos en una experiencia constructiva”.
La buena suerte, dice el adagio, sonríe a los audaces si cogen la oportunidad y elaboraran su buena fortuna. Así sucedió que, extraviándose varios millares de kilómetros, Cristóbal Colón encontró América. También fue, por una muestra olvidada en el laboratorio, que se cubrió de mohos, donde Fleming descubrió la penicilina.
¿Todo esto hubiera pasado si cada uno de ellos hubiera querido corregir sus errores en lugar de tratar de ver lo positivo de lo negativo? La buena suerte es también una mirada sobre el mundo, afirma el filósofo Elsa Godart.
Tres cuestiones de Elsa Godart
Si tocar madera tranquiliza, ¿dónde está el mal?
Elsa Godart es psicoanalista y filósofa.
¿Cuál es la función de las supersticiones?
¿Por qué no? Lo más fastidioso es cuando los rituales se vuelven apremiantes, llegando a la neurosis obsesiva.
Ciertas supersticiones no son completamente absurdas.
Muchas de ellas hasta reposan en un fondo de verdad: pasar bajo una escala puede, en efecto, ser peligroso. Tienen una función efectiva y protectora. Atarse a ciertas supersticiones puede ser una manera de rendir homenaje a la cultura.
Desconfío mucho más de la racionalidad, cueste lo que cueste. Creer que se puede explicar todo, controlar todo por la técnica y la ciencia, es una ilusión que nos hace más desgraciados. Dejar sitio a lo imprevisto, lo improbable, a la buena suerte, es mucho más encantador.
Desciframiento: La desgracia, ¿un síntoma?
«No tengo tazón», «jamás tengo suerte». Los psicoanalistas descubren, en las declaraciones de numerosos pacientes, esta convicción de estar consagrados a la desgracia y la mala suerte. No deberíamos, entonces, rodearnos de malas personas, tomar malas decisiones. Nos exponemos a riesgos inútiles.
Esta relación patológica de la buena suerte, fundada sobre una mala imagen de sí mismo, termina en superstición – creemos en el mal ojo, en los fetiches, consultamos videncia, numerología.
Otras veces, intentamos validar su existencia con comportamientos arriesgados (juego excesivo, salto mortal, ruleta rusa, relaciones no protegidas) con la esperanza de ganar, por fin, los favores divinos. La terapia permite, sin magia alguna, conjurar la desgracia «reparando la estima de uno mismo, vioendo la importancia de las creencias que nos gobiernan, restaurando la voluntad de actuar de manera constructiva”, describe Elsa Godart. «Toparse con paredes debe señalarnos que no estamos sobre el buen camino», sugiere.
La desgracia repetitiva, como síntoma, ¿es una ocasión que nos es ofrecida para trabajar algo de nuestra problemática y avanzar en nuestro camino? En otros términos, la desgracia nos señala que nuestra existencia no concuerda con las intenciones del universo. “Somos suspendidos cuando nuestro ego persigue fines que no corresponden a las necesidades de la sociedad «, estima Michel Cazenave.
Hay a atravesar este estado de malestar aceptando confrontarnos con el inconsciente, para acceder a nuestra naturaleza profunda. Es lo que Jung llamaba el proceso de individualización. «Nada hay que hacer si no aceptar la dimensión de la adversidad”. La buena suerte, predice, vendrá por añadidura.
La buena suerte, ¿una mentalidad?
A un antiguo tenista profesional, aficionado al squash y los fracasos, Denis Grozdanovitch, le gusta jugar con las palabras, la filosofía, la literatura, la sabiduría. Forma parte de estos eruditos inclasificables, si no en la categoría de los «poetas», sí en otro sentido más amplio. Sus obras son invitaciones para observar nuestro día a día con libertad y placer incontrolados.
Psicología: hablas de la fuerza del azar. ¿Es superior a la del libre albedrío?
Denis Grozdanovitch, dijo: en realidad, no creo que el azar en sí exista. Por este término trato de designar una energía diferente, aquellos a los que nuestra sociedad apunta como más eficientes.
¿Es la racionalidad la que nos haría incapaces de abrirnos a la buena suerte?
Sí, porque para provocar la buena suerte primero es necesario aflojar las mandíbulas apremiantes de ese cartesianismo que nos mece desde nuestra infancia. Nos acostumbramos a ver el mundo sólo a través de la ley causa y efecto, mientras que hay cantidad de otras maneras y muchas otras cosas.
¿De dónde vienen estas coincidencias extrañas que podemos experimentar?
Son tantas las ocasiones que nos llaman a contactar con ese instinto perdido. Nos invita a observar, a sentir el mundo más libremente.
¿Más poéticamente?
Sí, creo en efecto que la capacidad de provocar la buena suerte es la del espíritu poético, la actitud poética. Así como lo anotaba el escritor Julien Gracq: «tantas manos para transformar este mundo, y tan pocas miradas para contemplarlo». La suerte y los azares están llamados a esta contemplación.
La voluntad
Tal como tendemos a concebirla en Occidente: la voluntad es la que nos hace crisparnos en el momento en el que tendríamos que suavizarnos e intentar adaptarnos.
Varias anécdotas que muestran que los hermosos azares, a menudo, sonríen
¿Es porque tengo ganas de ello o porque este sentido existe? Sin duda es una mezcla de los dos. Existe el riesgo de caer en un exceso de interpretación sin pretender escapar de ello. ¿Quién no tiende a veces a confundir Roma con Santiago?
Mi abuelo fue un gran afortunado
Y es sólo una prueba, entre otras, de su suerte increíble: durante la guerra del 14, fue con un regimiento de quinientos hombres y sólo dos volvieron. En otra ocasión, mientras que fue arrinconado, en un túnel gaseado, supo encontrar la salida. Durante la guerra del 39, mientras que los bombardeos mataban a millares de personas en Normandía, dónde vivía, él continuaba cultivando su huerta, como si nada.
¿Cómo explicaba esta buena suerte?
Mi padre decía, sobre él, que jamás había encontrado a alguien tan espabilado. ¿Extraño, no? Mi abuelo, un hombre profundamente feliz de existir, hablaba de su «buena estrella». Me gusta pensar que la felicidad es una disposición mental, ante todo, diferente a la energía que guía el mundo, que algunos llaman Dios, otros energía o tao.
¿No le sucede a cualquiera?
Hay que tener el espíritu preparado desde hace tiempo, como decía Luis Pasteur, para ser capaz de observar las novedades. La capacidad de coger la suerte exige mucho entrenamiento mental pero, también, estoy seguro, una aptitud de felicidad. Es más fácil coger la ocasión por los pelos por el que se niega a ser desgraciado.
El miedo
Comprobé que cuando mi deseo me incitaba a ir en la dirección qué había escogido, no iba hacia allí por miedo. También, cuando no estamos en estado de atención y apertura de nuestro entorno, somos incapaces de entregarnos a las cosas.
La culpabilidad. ¿Qué lazo la une con la buena suerte?
Cuando nos sentimos culpables, tenemos la impresión de no merecer la suerte. Es el peso de nuestra cultura judeocristiana donde sólo lo que se obtiene con esfuerzo es válido. Cuando la suerte actúa nos encontramos en un tipo de dimensión onírica, a menudo paralizados, porque no nos atrevemos a creer en ello. Creemos que no puede llegarnos y dejamos pasar la suerte.
Consejas para aprender a atraer la buena suerte
La observación de los animales. El gato, por ejemplo: mírale dormir. Si pasa un ratón salta de manera fulminante mientras se le creía en letargo pleno.
Cultiva el gusto por los tiempos muertos. Recuerdo un día en el que había hecho esperar a mi padre. Llegué excusándome y me respondió: «¡Oh no! No te excuses, me gustó esperar». Es en la espera cuando muchas cosas pueden llegar.
¿Podemos vivir en estado de admiración permanente?
Atención, no se trata de procurar maravillarse sin cesar. Un poeta de la China antigua contaba su visita a un país magnífico donde tenía encuentros sublimes. Sin embargo, acaba su historia diciendo que no sucedía «nada especial». Para mí, eso es el estado poético. Es estar disponible para vivir lo maravilloso de la buena suerte pero sin zozobrar en el idealismo, porque se corre el peligro de perder la satisfacción simple que tiene el existir dentro de un momento feliz.
Cuatro actitudes para la buena suerte
Philippe Gabilliet, profesor de psicología y autor de » Elogio de la buena suerte, o el arte de tomar tu vida en tus manos «, nos lo explica.
La buena suerte atrae a las codicias y a las ideas recibidas. Así habría dos tipos de afortunados: los que coleccionan las circunstancias y las oportunidades favorables porque nacieron con buena estrella, y los beneficiarios de un regalo del cielo: ganar la lotería, el accidente evitado, la curación inexplicada…
Para el psicólogo Philippe Gabilliet, «hay, es verdad, unas «suertes», pero existen otras, que se provocan y cultivan, accesibles a todos». Una visión que se inscribe en los trabajos de Richard Wiseman, profesor de psicología en la universidad de Hertfordshire, en Gran Bretaña, y especialista del «factor suerte». Después de haber estudiado a centenas de personas, comprobó que existía una suerte pasiva – ganar al Bingo – y otra psicológica, fruto de un posicionamiento personal consciente y voluntario. Otro descubrimiento: el segundo es renovable, es por eso que la psicología lo llama la “suerte sostenible».
Según sus observaciones, ambas tienen en común cinco ingredientes: el encuentro oportuno (buena persona en el momento adecuado), la información clave (el que viene de primera), la apertura en un nuevo mundo(gente) (la posibilidad de hacer experimentos positivos), la demanda inesperada (una ocasión favorable) y el incidente providencial (un acontecimiento perturbador que oculta una oportunidad favorable). «Para prolongar la buena suerte, precisa Philippe Gabilliet, hay que preparar el camino que permitirá a estas semillas de oportunidad desarrollarse y perdurar”. Esto es posible si se adoptan las cuatro posturas de más abajo.
Clarificar tu intención
«Para que la máquina de crear buena suerte funcione, hace falta que sea programada y ajustada con arreglo a una dirección dada”, afirma el psicólogo. Es ella quien dará un sentido a los acontecimientos encontrados y que «dará» la buena suerte; las intenciones subyacentes permitirán revelarla. En 1986, el canadiense Albert Bandura, también psicólogo, conocido por su concepto de «autoeficacia», escribía: «la naturaleza humana está en parte gobernada por la elección que se hace de los valores y las normas de orientación personal”.
Los mecanismos de valorización personal determinan, en parte, la influencia de los encuentros que dan forma al curso de nuestro desarrollo social. Así, sin intención clara previa, no hay ninguna suerte sostenible. Lo que no significa que se deba comenzar por planificar un proyecto o definir detalladamente un objetivo. Sería más bien cuestión de cercar tu deseo, de saber en qué dirección te gustaría desplegar tu vida, qué sentido te gustaría darle.
La intención positiva es un concentrado de deseo vital que exige que se interrogue quién nos da un sentimiento de expansión interior y lo que puede constituir su motor de vida. ¿Qué es lo que me hace vibrar? ¿Qué necesito? Tantas cuestiones en forma de fundaciones para construir su trayecto suerte. Cada uno luego debe afinar sus previsiones para hacerlas más concretas y alimentar su intención.
Estar disponible
Esto consiste, nos dice Philippe Gabilliet, en colocarse interiormente en una postura de apertura y de disponibilidad máxima ante lo que pasa alrededor de ti. «Es una actitud global del despertar y la vigilancia, lo que nos hace más aptos para agudizar el oído frente a una información interesante, para notar el interés de contacto, para orientar nuestra energía en tal dirección”.
Así es como las ocasiones favorables se multiplicarán, se tenga o no el sentimiento de estar allí para algo. Hacer pausas regulares para desconectar permite dejar emerger tu intuición y ayuda a salir de la rutina y del pensamiento automático, dos adversarios de la buena suerte.
Reciclar tus desgracias
«Los individuos más afortunados no son los que se ahorran los reveses fortuitos, sino los que saben volver a tratar eficazmente la inmensa mayoría de sus desgracias”, dice el psicólogo. En lugar de quedar afectados por cólera, tristeza o resentimiento, se interrogan, relativizan, luego reciclan su mala buena suerte. «Comienzan por clasificar lo que está en el orden del azar o la fatalidad, y lo que es de su responsabilidad.
«Saben adoptar una postura paradójica identificando, dentro de su desgracia, lo bueno que tenga porque la situación casi siempre podría ser peor».
Por fin, se plantean: ¿qué voy a poder sacar de esta desgracia?, ¿en qué condiciones podría convertirlo en algo positivo?, ¿cómo puedo utilizarlo para encontrar a otras personas, otras informaciones, otra gente?
Última etapa del reciclaje: reactivar la máquina de las oportunidades procurando abrir nuevas puertas. Practicar una nueva actividad, reanudar la amistad con personas alejadas, aceptar invitaciones, documentarse sobre algo que nos apasiona… Cada uno debe encontrar lo que le permitirá introducir aire fresco en su vida y crear nuevos ingredientes de suerte.
Tener suerte
«La buena suerte es la de otros”, afirma Philippe Gabilliet. “Cuanto más contactos personales tengamos, más aumentamos la probabilidad de encontrar una oportunidad favorable». Richard Wiseman precisa que los afortunados «esperan tener interacciones fructuosas con otros a condición de adoptar una postura de generosidad, atención y gratuidad de servicio, siendo un simple interesado y egoísta”.
Razón por la cual, más allá del lazo, hay que acelerar la energía del don con vistas a cultivar una suerte sostenible. Existe un punto común entre amor, conocimiento y buena suerte: todos están hechos para circular entre los seres con el fin de crear más valor humano. Dar buena suerte a otros es una cuestión de escucha y disponibilidad. Es darle una información importante a tu interlocutor, permitirle descubrir un nuevo campo de posibilidades, pero también estar presente en caso de incidentes para ayudarle a transformarlos en accidentes providenciales.
Inscribirse en una dinámica de intercambio y de solidaridad en la seguridad de disponer no sólo de un vivero de oportunidades positivas, sino para dar más sentido y amplitud a la vida desmintiendo la citación triste del filósofo Thomás Hobbes: «el hombre es un lobo para el hombre».
Suerte y supersticiones: ¿somos dueños de nuestro destino?
El Martes 13, ¿pasas debajo de las escalas o al contrario? ¿Realmente podemos influir sobre la buena estrella?
¿Por qué somos supersticiosos?
¿Los Martes 13 te quedas en tu casa?, ¿prefieres romper el pan en lugar de cortarlo? Si es así, tu vida está bajo la influencia de la superstición y del pensamiento mágico. ¿Estas creencias son un modo de tranquilizarte o una traba a la libertad?
Hay unas supersticiones comunes a todos y en las que se cree. ¿Debemos resistirnos a estas creencias de otra edad o, al contrario, respetarlas como respetamos una tradición?
Un medio de tranquilizarse
Eres de los que creen en los presagios o en los signos premonitorios. Prefieres desistir de ser trece en la mesa. Creaste un código personal de creencias. Total, la vida que llevas es secundada por el «buen querer» de tu entorno. Si esto te tranquiliza, ¡tanto mejor! No te vuelvas, sin embargo, dependiente de signos ocultos hasta convertirte en víctima.
Superstición, actos fallidos y deseos inhibidos
En su obra Psicopatología de la vida cotidiana, Freud observa que el supersticioso interpreta un acontecimiento producido al azar para guiar sus elecciones, mientras que el psicoanálisis permite identificar, en un acontecimiento que parece debido al azar, lo que se ha producido por la vida psíquica inconsciente del sujeto.
Así, un paso falso sobre el umbral de una casa era un mal presagio para los romanos. Es, de hecho, un acto fallido, una proyección del inconsciente. En cambio, los vuelos de aves en el cielo, interpretados por los romanos como favorables, no tienen ninguna relación con el psiquismo de un individuo y dependen de la superstición. A partir del momento en que el individuo se apoya en un acontecimiento exterior independiente de su persona, para decidir que una cosa es buena o no para él, no acude a la superstición sino al deseo inhibido.
Por ejemplo, un individuo decide que romperá con su pareja si la luz pasa con el disco cerrado en tres segundos. Su deseo inconsciente, expresado en forma de superstición, integra la idea de rotura y su decisión parece depender del acontecimiento exterior. En realidad, éste sirve para justificar una decisión ya tomada inconscientemente.
Los buenos y los malos signos
Cada uno, secretamente, necesita agarrarse a algunos signos definidos como «signos buenos» para evacuar su angustia. Es el caso en situaciones estresantes tales como exámenes, entrevistas de trabajo, donde podemos apoyarnos en objetos fetiches como un pañuelo o una joya.
Simplemente, confiando más en parámetros que parecían independientes de la voluntad, te eximes de responsabilidad: te apoyas en una fuerza invisible y benévola (condescendiente) o no. Un poco como el niño que cuenta con la fuerza de sus padres para acabar sus proyectos. Puede ser útil o necesario hablar de esto con un psicoterapeuta: te ayudará a comprender el origen de tus supersticiones y a deshacer tu dependencia a signos imaginarios.
Historia de algunas supersticiones
Frecuentemente, las supersticiones son la supervivencia de leyendas o mitos. Así, el número 13, en la mesa, es sagrado porque en la última cena de Cristo había trece convidados entre los que estaba el «traidor» Judas. Pero, desde la antigüedad, el número trece que representaba una rotura en el orden del universo, tenía un valor nefasto.
Pasar bajo una escala trae mala suerte, decimos, no porque ésta corra peligro de deslizarse sobre nosotros, sino porque el triángulo formado por la pared y la escalera con el suelo, está consagrado y no debe ser penetrado. En las mitologías paganas y religiosas, el interior del triángulo es un espacio maldito, como, por ejemplo, el triángulo de las Bermudas. La escalera es un símbolo de enlace entre la tierra y el cielo, pasar debajo significaría pertenecer al universo opuesto al divino: el diabólico.
La sal es un alimento sagrado, una sustancia original que se encuentra en el agua del mar, el líquido amniótico. Debe ser, decimos, la primera puesto a la mesa, y la última quitada. Derribar el salero trae mala buena suerte porque Judas lo derribó sobre la mesa consagrada, en el momento de la cena.
En cuanto a las supersticiones personales, generalmente dependen de una simbología afectiva. El objeto fetiche tiene una historia o un origen muy particular. El número fetiche tiene que ver a menudo con fechas importantes en la vida del sujeto y, a pesar de las apariencias, jamás es escogido al azar.
Par ir más lejos, les recomendamos la lectura del excelente libro: Secretos De La Buena Suerte
¿Cómo atraer la buena suerte? Hoy es su día de suerte! Aquí revelo los secretos ancestrales de los talismanes, amuletos mágicos y hechizos para la buena suerte.
Nunca he tenido buena suerte, quiero que eso cambia. Probare tus técnicas.
Pense que la suerte era una question de suerte… jaja
Entonces tengo que cambiar de mentalidad ahora para tener suerte en todo…
No solo de mentalidad pero tambien de actitud para tener suerte.